La
necesidad, según Aristóteles, envuelve la idea de algo inevitable
porque se opone al movimiento voluntario y reflexivo. Toda necesidad es una cosa aflictiva y, por ello, tenemos la tendencia
inevitable de buscar satisfacerla. ¿Pero en qué orden? ¿Cuál sería la primera
necesidad a satisfacer? ¿Qué otra le seguiría? ¿Con cuáles se terminarían?
Hace 70 años Maslow, en su libro: “Una teoría sobre la motivación
humana”, se atrevió a jerarquizar las necesidades humanas y postular que, a
medida que las necesidades más básicas se satisfacen, las personas tienden
luego a desarrollar y satisfacer necesidades más elevadas. Esa jerarquía, que representó
en forma de pirámide y en cinco niveles, comenzaría por las necesidades
básicas, situadas en la base de la pirámide, y que responderían a las
necesidades fisiológicas como la alimentación, el descanso o el sexo. En el
segundo nivel sitúa a las de Seguridad que tienen que ver con la seguridad
física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud y de propiedad
privada. En un tercer nivel se encuentran las necesidades de Afiliación o
Sociales, relacionadas con la amistad, afecto, intimidad sexual o sentimiento
de pertenencia. Les sigue las de Reconocimiento, que atañen al autorreconocimiento,
confianza, respeto y éxito. Y por último, en el quinto nivel y en la cúpula de
la pirámide, están las necesidades de Autorrealización o Autoestima que afectan
a la moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de
hechos y resolución de problemas.
Según
esta teoría, nos ocuparemos de las necesidades más altas solo cuando antes se
han satisfecho nuestras necesidades inferiores. Es decir, solo nos ocuparemos
de temas relacionados con la autorrealización si antes tenemos una seguridad de empleo, acceso
a alimentos y vivienda y una integración social que nos dispone a sentimientos
de confianza, éxito y reconocimiento.
También
se desprende la lógica conclusión que, si un Estado quiere mantener a una
población entretenida en los niveles básicos de la pirámide, intentará por
todos los medios que nunca queden satisfechas suficientemente esas necesidades
fisiológicas o de seguridad, con la intención de que no sienta interés en avanzar
hacia las capas superiores de la pirámide. Con ello impide que se tengan otras
motivaciones que puedan cuestionar al propio Estado o su poder, o que lleguen a
crearse sentimientos de pertenencia, o los individuos se deshagan de complejos
e inseguridades y consigan plantear alternativas y soluciones distintas a las
que el Poder o el Estado quiere implantar con sus políticas.
Está
claro que en Andalucía se viene manteniendo una política colonial que responde
a este sutil planteamiento de tenernos siempre ocupados en satisfacer las
necesidades básicas y olvidarnos de otros planteamientos. “El pan para hoy y hambre
para mañana” es la gestión más usada por quienes quieren subyugar a un pueblo
para seguir utilizándolo, para que no pierda su condición de dependencia ni se
atreva a levantarse al poder establecido. ¿Se van a desarrollar en Andalucía inquietudes
soberanistas, por ejemplo, cuando los esfuerzos están centrados en conseguir el
alimento o la vivienda? Si incluso quienes tienen el alimento y la vivienda
asegurada, paralizan sus energías para mantener ese estatus frente al miedo de
poder perderlo o con el fin de ayudar a los familiares que no lo tienen, sin querer
preocuparse de otros estadios superiores de la pirámide.
Existe
una Sociología de la Pobreza, incluso se habla de una Psicología de la Pobreza,
estudiada en contextos de poblaciones en vías de desarrollo, o donde las
diferencias de las clases sociales son extremadamente radicales y se intentan
atender, además, desde un aspecto clínico. Y también existe una Filosofía de la
Necesidad que se desprende de políticas premeditadas y dirigidas a la
manipulación de un Pueblo, con el fin de conseguir en sus habitantes
sentimientos de dependencia, impotencia e inferioridad que les provoque un bajo
nivel de aspiraciones de autorrealización.
Andalucía,
como colonia económica y cultural del resto del Estado Español, viene sufriendo
estas políticas que buscan, ante todo, anular toda seña de identidad, todo
sentimiento de pertenencia y toda autoestima colectiva que podamos alcanzar. Y
para ello, tanto desde dentro de nuestro País como desde fuera, se despliegan
políticas de subvención, proteccionistas y, últimamente, de pura beneficencia,
con las que no se genera riqueza para el futuro y las que siguen haciéndonos
dependientes y acomplejados social y económicamente.
En
cuanto a lo cultural, pasa exactamente lo mismo. Aquello cuyo origen es andaluz
pero que alcanza un reconocimiento internacional pasa a denominarse español.
Aquello que se considera inculto o desprestigiado, es andaluz, volviendo a
retroalimentarse esa visión pobre, acomplejada y victimista que los andaluces
padecemos ante nosotros mismos y que influye luego negativamente sobre nuestras
creencias y valores, nuestras capacidades y conductas.
Para
luchar contra todo eso no basta ya con responder a la Filosofía de la Necesidad
con la satisfacción de las necesidades básicas. Hay algo más complejo y
psicológico que debe potenciarse e ir dirigido, en lo que en la Programación Neurolingüística
se ha denominado “Niveles Lógicos del Pensamiento”, a fortalecer una
constructiva Identidad Andaluza que consiga establecer en los andaluces valores
y creencias capaces de generar conductas que busquen la transformación profunda
de nuestra tierra. Todo nuestro esfuerzo debe estar centrado en crear, formar y
potenciar esa Identidad que será motor de todo lo demás. Empecemos ya, para que
la Filosofía de la Necesidad se convierta en Necesidad de la Filosofía.
Isidoro
Ropero
Enero
de 2014


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