Albert Einstein decía que “locura es hacer la misma cosa una
y otra vez esperando obtener diferentes resultados”. Ignorancia es, cuando
desencantado del resultado obtenido, pretendes encaminar tus acciones con
intención de que vayan en contra de otros y no de alcanzar nuevos y más
productivos resultados.
Hay dos formas de enfrentarse al mundo, bien por acción o
bien por reacción. Evidentemente los
resultados de la acción tienen detrás planteamientos racionales y objetivos,
análisis del pasado y programación del futuro al que se quiere hacer sostenible
y del que uno se reconoce como protagonista.
Por el contrario, los resultados de la reacción parten siempre
de creencias limitantes, sitúan a los demás como causa de su inmovilismo, se
justifica en ellos, y cree que son los demás los que tienen que cambiar antes
para él poder lograr sus objetivos. Es decir, posterga toda acción porque su
vida depende del cambio de actitud de los demás. La conclusión más definitiva
es que se siente víctima del mundo y sus circunstancias.
Evidentemente, a la hora de diseñar un nuevo Proyecto Andaluz,
tenemos que ser mucho más proactivos que reactivos. Y desde esta premisa no
vale recrearse en comparaciones, ataques o resentimientos que demuestran la
fragilidad del que las hace y enturbian la sinceridad de todo el proyecto.
En Andalucía se dice, tal vez con menos finura que Einstein,
pero mucho más gráfico, que con los mismos mimbres no se puede lograr hacer un
cesto nuevo. Para hacer un cesto nuevo hace falta olvidarse de los viejos
mimbres, de las viejas estructuras, incluso de las viejas reivindicaciones.
Porque el pasado solo debe servirnos como aprendizaje para entender el presente
y programar el futuro.
El presente ya sabemos cómo está. Y el presente Andaluz, el
peor de todos. Y de ahí es de donde debe nacer otra forma de hacer las cosas.
Las políticas en Andalucía de estos últimos 35 años del pan para hoy y el
hambre para mañana, nos han traído a padecer, ya hoy, el hambre del mañana. Y
ante esta situación ni valen palabras ni “postureos” políticos ni más engaños.
Mimbres viejos y mediocres, recocidos y alimentados del biberón de los partidos,
con políticas absurdas e improvisadas, reactivas e inútiles, es el material que
sirve para que los partidos centralistas, que gobiernan la Junta de Andalucía,
sigan haciendo sus pobres cestos de miseria y desolación, de incultura y
corrupción, de mentira y ajenos, siempre, a las verdaderas necesidades de los
andaluces.
No vamos a esperar a que estos partidos cambien, a que de
nuevo quieran engañarnos con palabras de renovación y cambio del recambio como
siempre han hecho. Vamos a ser proactivos, vamos a accionar de verdad, vamos a
crear herramientas que verdaderamente nos sirvan a los andaluces para satisfacer
nuestras necesidades, para recuperar nuestra cultura, siempre tan
expropiada, para adueñarnos de un
destino que nos corresponde por nuestra singularidad, nuestra historia y
nuestra responsabilidad como andaluces.
Un proyecto nuevo para un hombre nuevo que está por escribir
y diseñar, pero que se hace necesario no perder un minuto más en comenzar el
camino.
El libro de Tomas Gutier y Manuel Ruiz Romero, “Cara y cruz
del Andalucismo”, nos da una serie de claves que nos pueden llevar a una
reflexión muy productiva. Después de un análisis de la historia política de
Andalucía desde la transición y del movimiento andalucista, no quedándose en la
simple crítica, sino en el análisis profundo, plantean una reconstrucción del
andalucismo y unas claves para el futuro que son de una consideración
exquisita.
Quiero partir de una primera, la que expresan en el apartado
“Manifiesto por Andalucía”, cuando textualmente declaran: “El andalucismo
profesional ha muerto, es la hora del nacionalismo de conciencia” Y continúan
luego diciendo: “Mienten quienes dicen que este pueblo no cree en sí mismo y es
incapaz de autogobernarse; cuando conozca la existencia de un proyecto serio
para Andalucía, podemos estar seguros que el pueblo Andaluz sabrá responder”.
Pues bien, ha llegado ese momento, el momento de realizar
ese proyecto serio y con futuro para Andalucía. Y este proyecto, al igual que
su desarrollo posterior, debe
constituirse desde la mayor participación de todos los andaluces preocupados
por su tierra.
Y partiremos de planteamientos que ambos autores han
resumido tan acertadamente que los transcribo de manera literal:
1.
Ha de ser un proyecto totalmente nuevo,
diferente y atractivo. Tanto en el fondo como en la forma –más en el fondo que en
la forma- y así debe exponerse y lograr que sea visto por el pueblo.
2.
Tiene que huir de personalismos y de intereses
personales. Ha de ser algo conjunto y dirigido a quienes creen en Andalucía.
3.
Debe mostrar coherencia, sensatez y claridad
ideológica, elaborando un proyecto
definido. Décadas de indefinición parecen suficientes.
4.
No puede ser algo exclusivamente electoral. El
debate político, la cultura y la identidad, el ser andaluz, deben estar presentes
en todo momento. Ni siquiera un nacionalismo con gran soporte electoral
implicaría necesariamente, o ha implicado en muchos casos puntuales, más
conciencia andaluza.
Y añaden, luego, algo
fundamental: “El impulso de esta idea no debe llevarnos nunca al rechazo de
otras propuestas de trabajo estratégico en común. Todo lo contrario. Es
necesario estar presentes en su desarrollo, analizando, tanto su avance y
evolución, como la viabilidad, conveniencia y posibilidad de sumarnos a las
mismas. Contradictoriamente, las dos fechas más simbólicas para el andalucismo
militante (4 de diciembre y 11 de agosto) sirven para escenificar la fragmentación
de los nacionalistas”. (Esto último, desgraciadamente, lo volveremos a repetir para
vergüenza de todos los andaluces el próximo y cercano 4 de diciembre de 2014)
Más verdad no puede decirse con
tanta claridad. Por eso este nuevo proyecto tiene que tener como visión el de convertirse en un referente en el debate
sobre el desarrollo y defensa de los intereses generales del Pueblo Andaluz, y
ser punto de encuentro y de pensamiento de las diferentes organizaciones democráticas
nacionalistas andaluzas.
Si el Nuevo Proyecto Nacionalista que se configure es capaz de enterrar para siempre a los personalismos
y sus intereses, y centrarse en los intereses generales del Pueblo Andaluz, bajo
un proyecto común que se comparta e ilusione; si es capaz de fomentar los
valores e identidad del Pueblo Andaluz en la defensa y divulgación de su
cultura y su propia singularidad; si es capaz, en definitiva, de conseguir su
unidad y movilización hacia una lucha imparable por alcanzar un futuro
diferente, en el que los andaluces seamos protagonistas y únicos responsables,
tendrá futuro como organización política.
Si esos son los principios verdaderos por los que se va a dirigir, si es capaz de diseñar programas formativos y
estructuras firmes de participación para sus militantes y simpatizantes,
posiblemente se abra la esperanza a un nuevo nacionalismo andaluz acorde a las
exigencias que el siglo XXI impone. Tal vez podamos soñar de nuevo en volver a
ser lo que fuimos, tal vez el nombre de Andalucía recobre el sentido que tantos
años de aculturación, expropiación cultural y de políticas colonialistas le han
quitado.
Estemos atentos y participativos a todo lo que vaya a ocurrir para que, finalmente,
el poder político no se vaya nunca de las manos de los propios andaluces.

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