jueves, 28 de septiembre de 2017

Andalucía, como Paciente Identificado.




En una ocasión escribí que Andalucía sería la primera en independizarse de España, porque nada aísla más que la miseria. Pero ese tipo de “independencia”, que naturalmente no es buscada ni perseguida, se impone desde el exterior con comportamientos relacionados con la falta de consideración y respeto y que logran crear sentimientos de patente marginación.

No viene al caso enumerar las diferentes situaciones públicas en las que Andalucía y lo andaluz se han denostado de manera explícita en declaraciones de políticos, programas televisivos o comentarios de los llamados famosos. Lo que sí llama la atención, últimamente, es la agresividad e insolencia con las que se hace. Sobre todo, ante manifestaciones o acciones que tengan que ver con una publicación de lo andaluz en lo cultural o que señalen aspectos más concretos de nuestras señas de identidad. No podía imaginar que el hecho de presentarse una traducción al “andaluz” del libro “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, realizada por Juan Porras Blanco (Huan Porrah), antropólogo, profesor de Cultura Andaluza en la Universidad Pablo de Olavide y miembro de la ZEA (Zoziedá pal Ehtudio´el Andalú), o las críticas exacerbadas a la idea de crear una Academia de la Lengua Andaluza, podía incendiar las redes sociales y levantar tanta animadversión y resentimiento. No imagino que esto pudiera ocurrir en cualquier otra parte del Estado Español. Me atrevo a asegurar que no pasaría nunca con la virulencia como ha sucedido en este caso.

Pero, ¿por qué resulta imperdonable en Andalucía lo que en otros lugares se alaba o, a lo peor, termina siendo indiferente?

En la terapia familiar se suele utilizar un término para designar e identificar a uno de los miembros que, a la vista de los demás, es el portador del síntoma, generalmente identificado como el paciente por el resto de la familia, es el que debe ser curado y el que determina que el resto de miembros no se consideren ni enfermos ni responsables del conflicto familiar. Este siempre suele ser el más vulnerable y débil y se le denomina Paciente Identificado o chivo emisario, es decir, es al que se le transfiere las culpas colectivas y sobre el que se descarga los sentimientos agresivos generados, aunque realmente no sea el verdadero objetivo de estos.

Andalucía funciona como un Paciente Identificado dentro del Estado Español en muchos aspectos y ahora también en el conflicto sobre el modelo territorial en el que andamos metidos. Por lo tanto, no es de extrañar que, siendo considerada un miembro débil, se descargue sobre ella todo tipo de tópicos hirientes y críticas agresivas e irrespetuosas cuando no se atreverían a señalar a quienes realmente les gustaría y no hacen por considerarlos fuertes e influyentes.

Lola Pons Rodríguez, profesora de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla, en su artículo en El País, “El cónsul y los vendimiadores”, se pregunta, a raíz de las declaraciones del ya excónsul de Washington, Sardà Valls, y su estúpida burla al acento andaluz, cuánto hay de sesgo económico en la crítica social a un acento. Y señala textualmente que “a mayor capacidad económica de un lugar, más prestigio lingüístico tienen sus rasgos. La gente empieza a hablar distinto, inicia un cambio en la lengua, pero solo consiguen difusión hacia arriba y terminan llegando al habla estándar los fenómenos que resultan prestigiosos porque están respaldados por un núcleo de poder económico o social”. Y también ha de suceder que, al contrario, a menor capacidad económica, menos prestigio tiene su lengua, menos impacto y capacidad de influencia y se sitúa más cerca de ser considerada marginal y grosera.

Al final terminamos en la misma conclusión de siempre, lo que realmente se margina, por muchas fobias que queramos añadir al odio o menosprecio del otro, es la pobreza, lo que realmente se persigue con la burla, como también apunta en su artículo la sevillana Lola Pons, es la supremacía que quiere imponer el que la hace, “se ridiculiza la apariencia, que es el primer signo de identidad, y se ridiculiza la forma de hablar, que es el segundo signo con que nos presentamos a los demás”. Y en este segundo aspecto los andaluces siempre estamos recibiendo las mismas burlas y, casi siempre, coincide que proceden de quienes se quieren imponer desde su predominio económico.

Y transcribo literalmente su texto porque no sabría mejorarlo cuando, al comparar los otros acentos con el andaluz, dice de este último que “ha sido tristemente común utilizarlo como arma de denigración al adversario político (¿cómo vas a gobernar bien si hablas andaluz?), como rasgo identificativo de una clase social baja (la asistenta de la serie de turno es siempre andaluza) y como forma de hablar incapaz de usarse para contenidos serios (aunque seas Premio Príncipe de Asturias, si hablas andaluz, lo que dices es gracioso)”, por no llamarle vulgar, añadiría.

¿De quién es la responsabilidad de estos hechos? —se pregunta. Evidentemente hasta ahora que se empieza a dar respuestas en las redes sociales, los andaluces no hemos sido capaces de hacer protestas contundentes, se han consentido con nuestro silencio y no hemos conseguido el respeto ante todas esas faltas de consideración que nos han venido por todos lados y cuyo trasfondo, repito una vez más siguiendo el concepto de Paciente Identificado, es el de considerarnos más débiles, en este caso, por ser más pobres. Y esto acarrea conductas que impiden que se formen unas señas de identidad que faciliten una conciencia de Pueblo. Por eso en Andalucía existe una mentalidad colonial cuando los propios andaluces, que quieren marcar la diferencia de clase, adoptan el “españolismo” como hecho diferencial frente a los más necesitados que, en sus causas, sacan la bandera y los símbolos propiamente andaluces. Al final, de todo lo que hacemos aquí en Andalucía, si se reconoce internacionalmente, se convierte de manera automática en español; y si forma parte de la marginalidad y la pobreza, se denomina andaluz.

Y lo mismo ocurre con otros asuntos nuestros si los comparamos con el exterior. En Linares, hace una semana, se ha celebrado una manifestación contra el paro, donde se han manifestado más de treintaicinco mil personas y apenas ha tenido eco, ni en los medios andaluces, por razones obvias, y menos aún en los nacionales. ¿Qué atractivo puede tener para la prensa o los políticos una manifestación de andaluces, sin banderas ni siglas, pidiendo trabajo? Es evidente que los focos y la atención están centrados en otra parte.

Concluye por último, la profesora de la Universidad de Sevilla, que no tiene sentido ahondar en argumentos lingüísticos o históricos para hacer frente a estas arremetidas, “porque en el fondo no es la lengua lo que sustenta la burla (del cónsul en este caso). Es la economía”. Y sabemos que nuestra economía no está ni para ser motivo de influencia ni tampoco para pedir la independencia.

Isidoro Ropero



https://www.youtube.com/watch?time_continue=209&v=_XownO-G8eA





https://www.youtube.com/watch?time_continue=315&v=xEbOqxKyXdc




Enlaces de referencia:



https://laandalucia.org/la-discriminacion-de-la-realidad-linguistica-andaluza/

https://medium.com/@aspiratas/faq-sobre-er-prinzipito-andal%C3%BA-b44eeed13598





No hay comentarios:

Publicar un comentario