En una ocasión escribí que Andalucía sería la primera
en independizarse de España, porque nada aísla más que la miseria. Pero ese
tipo de “independencia”, que naturalmente no es buscada ni perseguida, se
impone desde el exterior con comportamientos relacionados con la falta de consideración
y respeto y que logran crear sentimientos de patente marginación.
No viene al caso enumerar las diferentes situaciones
públicas en las que Andalucía y lo andaluz se han denostado de manera explícita
en declaraciones de políticos, programas televisivos o comentarios de los
llamados famosos. Lo que sí llama la atención, últimamente, es la agresividad e
insolencia con las que se hace. Sobre todo, ante manifestaciones o acciones que
tengan que ver con una publicación de lo andaluz en lo cultural o que señalen
aspectos más concretos de nuestras señas de identidad. No podía imaginar que el
hecho de presentarse una traducción al “andaluz” del libro “El Principito”, de Antoine de
Saint-Exupéry, realizada por Juan Porras Blanco
(Huan Porrah), antropólogo, profesor de Cultura Andaluza en la Universidad
Pablo de Olavide y miembro de la ZEA (Zoziedá pal Ehtudio´el
Andalú), o las
críticas exacerbadas a la idea de crear una Academia de la Lengua Andaluza,
podía incendiar las redes sociales y levantar tanta animadversión y
resentimiento. No imagino que esto pudiera ocurrir en cualquier otra parte del
Estado Español. Me atrevo a asegurar que no pasaría nunca con la virulencia
como ha sucedido en este caso.
Pero, ¿por qué resulta imperdonable en Andalucía lo
que en otros lugares se alaba o, a lo peor, termina siendo indiferente?
En la terapia familiar se suele utilizar un término
para designar e identificar a uno de los miembros que, a la vista de los demás,
es el portador del síntoma, generalmente identificado como el paciente por el
resto de la familia, es el que debe ser curado y el que determina que el resto
de miembros no se consideren ni enfermos ni responsables del conflicto
familiar. Este siempre suele ser el más vulnerable y débil y se le denomina
Paciente Identificado o chivo emisario, es decir, es al que se le transfiere
las culpas colectivas y sobre el que se descarga los sentimientos agresivos
generados, aunque realmente no sea el verdadero objetivo de estos.
Andalucía funciona como un Paciente Identificado dentro
del Estado Español en muchos aspectos y ahora también en el conflicto sobre el
modelo territorial en el que andamos metidos. Por lo tanto, no es de extrañar
que, siendo considerada un miembro débil, se descargue sobre ella todo tipo de
tópicos hirientes y críticas agresivas e irrespetuosas cuando no se atreverían
a señalar a quienes realmente les gustaría y no hacen por considerarlos fuertes
e influyentes.
Lola Pons Rodríguez, profesora de Historia de la
Lengua en la Universidad de Sevilla, en su artículo en El País, “El cónsul y
los vendimiadores”, se pregunta, a raíz de las declaraciones del ya excónsul de
Washington, Sardà Valls, y su estúpida burla al acento andaluz, cuánto hay de
sesgo económico en la crítica social a un acento. Y señala textualmente que “a
mayor capacidad económica de un lugar, más prestigio lingüístico tienen sus
rasgos. La gente empieza a hablar distinto, inicia un cambio en la lengua, pero
solo consiguen difusión hacia arriba y terminan llegando al habla estándar los
fenómenos que resultan prestigiosos porque están respaldados por un núcleo de
poder económico o social”. Y también ha de suceder que, al contrario, a menor
capacidad económica, menos prestigio tiene su lengua, menos impacto y capacidad
de influencia y se sitúa más cerca de ser considerada marginal y grosera.
Al final terminamos en la misma conclusión de siempre,
lo que realmente se margina, por muchas fobias que queramos añadir al odio o
menosprecio del otro, es la pobreza, lo que realmente se persigue con la burla,
como también apunta en su artículo la sevillana Lola Pons, es la supremacía que
quiere imponer el que la hace, “se ridiculiza la apariencia, que es el primer
signo de identidad, y se ridiculiza la forma de hablar, que es el segundo signo
con que nos presentamos a los demás”. Y en este segundo aspecto los andaluces
siempre estamos recibiendo las mismas burlas y, casi siempre, coincide que
proceden de quienes se quieren imponer desde su predominio económico.
Y transcribo literalmente su texto porque no sabría
mejorarlo cuando, al comparar los otros acentos con el andaluz, dice de este último
que “ha sido tristemente común utilizarlo como arma de denigración al adversario político (¿cómo vas a
gobernar bien si hablas andaluz?), como rasgo
identificativo de una clase social baja (la asistenta de la serie de turno es
siempre andaluza) y como forma de hablar incapaz de usarse para contenidos
serios (aunque seas Premio Príncipe de Asturias, si hablas andaluz, lo que
dices es gracioso)”, por no llamarle vulgar, añadiría.
¿De quién es la responsabilidad de estos hechos? —se
pregunta. Evidentemente hasta ahora que se empieza a dar respuestas en las
redes sociales, los andaluces no hemos sido capaces de hacer protestas
contundentes, se han consentido con nuestro silencio y no hemos conseguido el
respeto ante todas esas faltas de consideración que nos han venido por todos
lados y cuyo trasfondo, repito una vez más siguiendo el concepto de Paciente
Identificado, es el de considerarnos más débiles, en este caso, por ser más
pobres. Y esto acarrea conductas que impiden que se formen unas señas de
identidad que faciliten una conciencia de Pueblo. Por eso en Andalucía existe
una mentalidad colonial cuando los propios andaluces, que quieren marcar la
diferencia de clase, adoptan el “españolismo” como hecho diferencial frente a
los más necesitados que, en sus causas, sacan la bandera y los símbolos
propiamente andaluces. Al final, de todo lo que hacemos aquí en Andalucía, si
se reconoce internacionalmente, se convierte de manera automática en español; y
si forma parte de la marginalidad y la pobreza, se denomina andaluz.
Y lo mismo ocurre con otros asuntos nuestros si los
comparamos con el exterior. En Linares, hace una semana, se ha celebrado una
manifestación contra el paro, donde se han manifestado más de treintaicinco mil
personas y apenas ha tenido eco, ni en los medios andaluces, por razones
obvias, y menos aún en los nacionales. ¿Qué atractivo puede tener para la
prensa o los políticos una manifestación de andaluces, sin banderas ni siglas, pidiendo
trabajo? Es evidente que los focos y la atención están centrados en otra parte.
Concluye por último, la profesora de la Universidad de
Sevilla, que no tiene sentido ahondar en argumentos lingüísticos o históricos
para hacer frente a estas arremetidas, “porque en el fondo no es la lengua lo
que sustenta la burla (del cónsul en este caso). Es la economía”. Y sabemos que
nuestra economía no está ni para ser motivo de influencia ni tampoco para pedir
la independencia.
Isidoro Ropero
Isidoro Ropero
https://www.youtube.com/watch?time_continue=209&v=_XownO-G8eA
https://www.youtube.com/watch?time_continue=315&v=xEbOqxKyXdc
Enlaces de referencia:
https://laandalucia.org/la-discriminacion-de-la-realidad-linguistica-andaluza/
https://medium.com/@aspiratas/faq-sobre-er-prinzipito-andal%C3%BA-b44eeed13598
https://medium.com/@aspiratas/faq-sobre-er-prinzipito-andal%C3%BA-b44eeed13598

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