viernes, 11 de octubre de 2013

LOS ALTAVOCES DEL SILENCIO




No es difícil oír en el Andalucismo y sus vertientes la justificación, casi generalizada, de que las ideas andalucistas no calan entre los andaluces porque no existen los altavoces adecuados, porque no se dispone de medios de comunicación que sirvan para informar y formar como ocurre con los partidos centralistas, ni hay detrás insignes intelectuales que teoricen o justifiquen sus políticas.

Nadie quiere hablar del silencio. El silencio, por mucho que se le amplifique, no deja de ser silencio. Y el Andalucismo está plagado de silencios, continuos y eternos silencios que rara vez se rompen y cuando lo hacen, terminan pensando que no les ha escuchado nadie. O creyendo, aún en lo cierto, que su discurso y sus valores solo sirven para ser luego utilizados por los partidos centralistas para sus fines puramente electorales.

El Andalucismo, en este nuevo siglo que corre, tendría tanto que decir, tanto que opinar, tanto que estudiar, tanto que profundizar, que no debería estar ni un solo segundo callado. Pero falta la unidad de criterios básicos, esclarecer unas señas de identidad que, la mayoría de las veces, están apropiadas y expropiadas por los poderes estatales, generalizadas históricamente en lo que se definiría como lo genuinamente español. Como escribiera Castilla del Pino en 1976, “Andalucía no existe”. Y así parece ser cuando una buena parte de los intelectuales andaluces han rechazado siempre la existencia de una específica identidad cultural andaluza, identidad que las políticas educativas de la Junta de Andalucía nunca se han preocupado en fomentar o distinguir. Mirad si no deberían existir voces andalucistas defendiendo y definiendo esa identidad, tan diferente, como diría Blas Infante, a la que tratan de imponernos.

En Andalucía hace falta grito, pausado y constante, y eterna lucha ahora que, tras la fragilidad de una construcción ficticia, al más mínimo revés, hemos vuelto a ser la tierra del hambre y la emigración. Y ese grito y esa lucha deben orientarse hacia valores nuevos de identidad, hacia firmezas culturales que provoquen verdaderos y justos cambios sociales. Cuando se ha gritado y se ha luchado, han llegado solos los altavoces y los micrófonos, las cámaras y los periódicos. Pero al silencio, nadie le presta oído.

Isidoro Ropero
Sevilla, otoño 2013








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