Los mediocres se abren paso en los partidos políticos con un servilismo extremo a los que mandan, sin ningún sentido de autocrítica y utilizando a la política instrumentalmente como medio de ganarse la vida. El actual sistema electoral, proporcional y con listas cerradas y bloqueadas, permite que los mediocres puedan conseguir puestos relevantes en sus respectivos partidos políticos y, por ende, en las instituciones.
Los mediocres, para ser más completos, suelen llevar en su haber otras características que utilizan con habilidad y empeño: la mentira, la incompetencia, la envidia, la corrupción, la hipocresía, la falta de escrúpulos… todo ello disimulado en un discurso de estereotipadas formas y sin fondo alguno.
En Andalucía, al igual que en el resto de España, al comienzo de la Democracia la mayoría de políticos elegidos venían de la Universidad, la cultura, la empresa, altos funcionarios o profesiones liberales de las que vivían. El hecho de dedicarse a la política respondía a necesidades de autorrealización y servicio más que a satisfacer necesidades de supervivencia.
Todo eso ha cambiado en la actualidad. Ahora se dedican a la política quienes se han criado bajo el biberón de los partidos políticos, quienes tienen a la política como su medio de vida y no precisamente como un acto de servicio a la comunidad.
El concepto de las “élites extractivas”, propagado por los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson, y que el economista español César Molinas ha aplicado a la situación política española, se define como “un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio”. Se caracteriza porque prevalece el interés particular o el del partido al bien común y general. Y por este interés particular se aprovecha y mantiene el actual sistema electoral que les beneficia, no se responsabilizan ni pagan por las propias burbujas económicas que los políticos han creado o fomentan, ni por las cuestionadas subvenciones que conceden o las grandes e inútiles obras de infraestructuras que realizan.
Para ser político no se exige nada, no hay un mínimo de estudios, experiencia laboral, máster o especializaciones como requisitos indispensables para ejercer como tal. En ninguna otra profesión ocurre algo parecido. Es decir, que no pasan por ningún proceso selectivo que permita escoger a los mejores. Tampoco en el seno de los propios partidos políticos, como se ha apuntado, se les abre camino a los más preparados, formados o con mejor experiencia laboral. Basta con la actitud, con ella suplen todo su desconocimiento y justifican la labor de los asesores para recibir la información necesaria que les ayude a tomar sus decisiones. “Es como si una persona, que no tiene ningún conocimiento médico, tuviera que decidir si opera o no y en qué condiciones lo haría, a un paciente tras recibir las informaciones de sus asesores médicos”. Parece absurdo.
Si estamos de acuerdo en que un político no puede saberlo todo, dado el extenso número de campos donde ejerce su trabajo, y que necesita el asesoramiento técnico de otras personas, también convendríamos en que debería tener unos mínimos que les permita hacer su trabajo de la manera más eficaz y eficiente posible, que manejara técnicas para la dirección de equipos, idiomas, herramientas de gestión y conocimiento sobre disciplinas que se hacen imprescindibles en sus relaciones y trabajo diarios.
Cuando ni siquiera se tienen esos mínimos, que por otro lado nadie exige, cuando no se ha hecho otra cosa que vivir al resguardo del partido y esa sigue siendo la finalidad, cuando la única experiencia profesional se reduce a organizar eventos, hacer la pelota a la alta dirección y a no cuestionarse ningún principio, salvo el de hacer todo lo que haga falta para facilitarse la supervivencia, estamos frente a la imagen fidedigna de los políticos actuales, rodeándose de mediocres como ellos que ni cuestionen ni desbanquen, fieles a la máxima de satisfacer sus propias necesidades e intereses.
La mediocridad llama a la mediocridad. Hombres mediocres harán políticas mediocres que se alejarán de lo objetivo y racional para refugiarse en la ambigüedad de lo emocional, en la confrontación y señalando sus fracasos e ineptitud como resultado de causas externas a ellos o del pasado. Esos Presidentes que recurren al tópico de las dos Españas para desviar su incompetencia e inoperancia, a los que reescriben la historia en busca del victimismo necesario que señalen a otros de los males que ellos han creado o no saben solucionar, son claros ejemplos de ello.
Esa mediocridad que intenta resolver los grandes problemas de los ciudadanos aumentándolos con su infinita incompetencia, desde el atrevimiento de su ignorancia, improvisando todo cuanto deciden y con la máxima puesta en no contrariar a sus jefes de Madrid, es la que padece Andalucía desde hace muchos años.
Y la mediocridad también gana adeptos. Sirve de ejemplo para otros miles que ven que no hace falta gran preparación para ocupar puestos de nivel, y la política así se convierte en el refugio de los inútiles y estúpidos que buscan vivir de ella y, si se lo permiten, lo mejor posible.
Este micro relato titulado “La guerra de los mediocres” simula muy bien todo lo que se intenta explicar:
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“No es difícil hacerse con el poder. Solo necesitamos constancia, estar en el momento preciso y en el lugar oportuno. Sabemos que nuestra inteligencia es muy limitada, pero sabemos cansar al inteligente. En cada puesto que conquistemos, nos haremos rodear de otros como nosotros. No huyáis de aquél que pueda haceros sombra. Combatidlo. Echad al honrado y al escrupuloso. Basta con tentarlo continuamente, hasta que caiga o desista. Si os dedicáis a la política, haced clientelismo y comprad voluntades. Que sepan que, si no os apoyan, no recibirán nada. Vivid solo de la política, para que os entreguéis a ella en cuerpo y alma. No toméis decisiones que os comprometan y no dimitáis nunca. Utilizad la ambigüedad con maestría y, en caso de llegar ante la justicia, decid siempre que sois honorables e inocentes. Difama, que siempre queda. Y haced que se sacrifiquen siempre los demás. Culpadles, también, de todo lo malo que ocurra. ¡El mundo es nuestro!”
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35 años es tiempo suficiente para darle la vuelta a un país. Es tiempo más que suficiente para desplegar planes educativos eficaces y no para ser la primera comunidad en fracaso escolar; es tiempo suficiente para haber desplegado miles de planes de empleo y haber revisado su eficacia y poder corregir las desviaciones, no para consentir que seamos la Comunidad de Europa con mayor tasa de paro, no para ser referencia de la desvergüenza y la corrupción, no para que una inmensa mayoría de andaluces estén en extrema necesidad… y así un largo etcétera de desgracias que sitúan a Andalucía en el mismo lugar de España y Europa que antes de la Democracia.
Estas son las consecuencias de las nuevas dictaduras de los mediocres. Porque carecen de inteligencia, ideas e iniciativas innovadoras para solucionar los grandes problemas que nos atenazan a los ciudadanos. Porque su única preocupación es perpetuarse en el poder a través de la manipulación de las masas, ayudados con la mentira y los medios de comunicación previamente subvencionados. Porque traicionan y arruinan constantemente valores fundamentales que deberían ser principios indiscutibles de actuación, y que ellos no tienen: esfuerzo, trabajo, solidaridad, honradez, respeto…
35 años de régimen Pesoista en Andalucía han servido para situar a todos los mediocres en el poder del partido y de la Junta, sectarios, sin sentido autocrítico y con casos de corrupción hasta en la sopa, han conseguido adormilar a un pueblo, acostumbrado a la supervivencia y las dificultades, para hacerlo además triste y menesteroso, pobre y emigrante, y sin ninguna capacidad de reacción, dispuesto a volver a repetir su historia de miserias hasta el infinito; un Pueblo crucificado en el tópico, con una Televisión pública que no descuida un segundo para ahondar en ello con sus patéticos programas, sus retransmisiones feriales y sus informativos manipulados; un Pueblo adormecido y domado, que traiciona su esencia y a quienes llegaron a sacrificar hasta la propia vida por él.
Y triste también, es que todo esto pase frente a otro partido centralista, en la oposición, igual de mediocre, estéril y servidor de su amo de Madrid. Y así nos va en esta bendita tierra de Andalucía. Apenas sin esperanzas.


