Después de 37 años de
aquel 4 de diciembre de 1977, la realidad sociopolítica, económica y cultural del
Pueblo Andaluz ha sufrido un deterioro extremo gracias a las ineficaces
políticas de los partidos centralistas, tanto en el Estado como en el
Parlamento Andaluz, y a una continua estrategia dirigida a desprotegernos de
toda señas de identidad, mediante la aculturación y la expropiación cultural. Todo
en conjunto nos ha situado en los peores índices económicos, sociales y
educativos de la Unión Europea. Y con el hecho real, además, de no tener ahora
mismo ningún peso político ni protagonismo determinante en la posible configuración
territorial y económica que, actualmente, empieza a plantearse en el Estado
Español con la intención de calmar las aspiraciones soberanistas de Cataluña. Una
vez más, estas fuerzas ajenas a nosotros y que nos gobiernan, intentan dejarnos
a un lado despreciando nuestra historia, nuestra cultura y la lucha democrática
con la que conseguimos la Autonomía plena.
Para alcanzar ese peso
político y esa fuerza que contrarresten las aspiraciones de decidir por
nosotros del gobierno central y sus aliados del norte, se repite una y otra vez
la necesidad de tener un verdadero Poder Andaluz que salvaguarde y represente
nuestros intereses y nuestras expectativas, enmarcado en un nuevo Ideal con
valores impulsados por las propias fuerzas sociales andaluzas y que persigan el
verdadero cambio social que necesita Andalucía.
Para este trabajo no hay
exclusión posible. Todos los andaluces y andaluzas estamos llamados para luchar
y trabajar, primero, por los derechos básicos que nos dignifiquen: derecho al
trabajo, a la vivienda, a la educación, a la salud, a la cultura, etc.,
derechos que no están cubiertos en la actualidad gracias al fracaso de las
políticas económicas y de corrupción de los partidos que nos gobiernan dentro y
fuera de Andalucía. Y segundo, por la dignidad y conciencia de un Pueblo, el
Andaluz, ridiculizado y menospreciado en todas sus expresiones culturales y
lingüísticas.
El objetivo es conseguir
un contexto de igualdad y de justas oportunidades, desde la lucha pacífica y de
conciencia, y bajo la luz de contenidos y valores que hoy deben estar presentes
y que aseguren una apertura a políticas realmente liberadoras para todos los
colectivos que conforman Andalucía: igualdad entre los sexos, ecologismo,
multiculturalismo, etc.
No debe haber
resignación nunca más frente a la corrupción y abusos de poder, frente a las
injusticias sociales, discriminación e incumplimiento de los derechos
fundamentales, frente a las políticas despiadadas y usureras, basadas en el
derroche y destrucción de los recursos, causantes del empobrecimiento de las
personas y generadoras, hoy día, de la mayor infelicidad humana.
Pero 37 años después, de
aquel 4 de diciembre, se dibuja un presente en el que, minuto a minuto, se
traiciona el espíritu y la sangre, injustamente derramada, de aquel día. Por
mucho que algún partido hoy se quiera adueñar del nombre de Manuel José García Caparrós,
por mucho que las hipócritas voces del Parlamento Andaluz le hayan nombrado
Hijo Predilecto de Andalucía, (y sin embargo los culpables de su asesinato
nunca han pagado por ello), por mucho que este día se llene de escritos en los
papeles y en las redes sociales o voceen manifiestos y griten proclamas, por
muchas flores y coronas que se pongan en las ofrendas y algunas banderas se
cuelguen en los balcones, no llegan a honrar ni una mínima gota de sangre de
aquel asesinato, no llegan, ni por asomo, a acercarse a aquel espíritu de
unidad y lucha por el respeto y la consideración de un Pueblo que, a pesar de
todas las dificultades que le pusieron, conquistó su Autonomía.
Cada acto que se haga en
este 4 de diciembre de 2014 traiciona al verdadero, envilece la sangre
derramada, si los mismos que lo abandonaron como Día Nacional de Andalucía,
solo lo utilizan para sus fines partidistas, si los que se llaman andaluces de
conciencia, que deberían unirse ese día, por encima de todas las diferencias,
lo celebran con timidez y casi a escondidas y con el cuidado extremo de no
coincidir unos con otros.
Y aún lo traicionan más
y lo envilecen más quienes hoy se quedan quietos y callados, aguantando que
sean otros los que decidan por nosotros, quienes nos conforman, al igual que a
una colonia, con cuatro baratijas a cambio de seguir con el expolio de nuestros
recursos y nuestra gente, con el expolio de nuestros derechos y libertades a
decidir como Pueblo.
Hoy se dignificaría el
4D cuando el propósito fuera la unidad en el esfuerzo y la acción del Pueblo
Andaluz para trabajar por nuestra identidad, progreso y desarrollo, cuando el
propósito fuera vivir un nuevo Ideal Andaluz inspirado en valores éticos e
incorruptibles, en alcanzar sentimiento de pertenencia y capaces y dispuestos a
alcanzar nuestro destino como Pueblo con el trabajo y persiguiendo la
independencia económica.
Hoy se dignificaría el
4D apelando a los hombres y mujeres de luz para el momento histórico que ha
llegado, para que los andaluces de origen y de conciencia, de sentimiento y de
alma, estén dispuestos a luchar por el futuro de un Pueblo Andaluz unido y
soberano, bajo la bandera de un grito que a todos los andaluces nos ha
dignificado: ¡Viva Andalucía Libre!
Hoy se dignificaría el
4D si de verdad hubiera habido una política educadora de valores andalucistas, identitarios,
que hubieran propagado nuestra historia más reciente y nuestros símbolos más
transcendentes. El PSOE, a lo más que ha llegado en eso, es a celebrar el 28 de
febrero, en las escuelas, con desayunos de pan y aceite con chocolate. Tan
básico y asistido como viene siendo su gobierno en este régimen que ha
implantado y que dura ya demasiados años.
El 4 de diciembre
debería ser el día de la desvergüenza y la traición, del olvido y la sumisión
de un Pueblo que busca en las formas lo que no es capaz de hacer en el fondo. A
ver si de verdad desterramos ya tanta hipocresía y tantos golpes de pecho sobre
corazones que, cuando no están vacíos, están vendidos a las limosnas o a sus
amos de Madrid. No pervirtamos ahora, con nuestros tristes gestos
conmemorativos, un día en el que Andalucía demostró su fuerza y su orgullo, aún
manchado por el acto cobarde de unos asesinos y aún impregnado por la sangre
inocente de un andaluz que quiso poner su bandera, la Nuestra, en lo más alto.
Y por Dios que lo consiguió. En el mismo cielo la plantó.


Sí señor, tú lo has dicho todo, sin más comentarios. Lo has bordao.
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