El año pasado
se recordaba una vez más esta fecha histórica, tan alejada de la actual
realidad andaluza, haciendo mención a su espíritu, entre vídeos sacados de
aquellas inmensas manifestaciones, canciones que ilustraron la fuerza de
entonces del Pueblo Andaluz, entrevistas a los protagonistas oficiales y
oficiosos y presentándola ya, por alguna prensa y cierta televisión, como una
reliquia del pasado. Hasta el entonces Presidente de la Junta de Andalucía, en
esos arranques de oportunismo que padecía, soplado por su cómplice de gobierno,
tuvo el gesto tardío de nombrar a Manuel José García Caparrós, asesinado aquel
4 de diciembre de 1977, Hijo Predilecto de Andalucía. Un gesto más de la
hipócrita política del gobierno andaluz que continúa poniendo de manifiesto la
desvergüenza de que, después de 36 años, siga sin esclarecerse la muerte de
Caparrós y sin que paguen los responsables por su asesinato.
Diferentes
organizaciones, partidos políticos extraparlamentarios y los oficialistas protagonizaron
diversos actos, aislados, cada uno por su cuenta, para dejar esa huella
justificativa de un hecho que debería ser orgullo y motivo de unión de todos
los andaluces.
Pero hasta
para eso somos pobres. Porque, independientemente de los actos y
reivindicaciones de cada formación, el espíritu del 4-D debería haberse
conformado con un llamamiento a la unidad y la lucha por parte de todos los
partidos políticos andaluces, y haberse concentrado en una sola manifestación
sin siglas y solo con Arbonaidas al viento, gritando y demostrando que la
fuerza de aquel día sigue viva en nosotros y que aún, a pesar de las
dificultades que estamos sufriendo, nos levantaremos y volveremos a ser lo que
fuimos.
Pero no fue
así y me temo que este año tampoco lo sea. El PSOE e IU lo querrán utilizar y
monopolizar, como el año pasado, con esas proclamas de usar y tirar y que
buscan más la confrontación con el gobierno central que la verdadera
reivindicación y lucha por el Pueblo Andaluz. Ningún partido centralista pretendería
otra cosa fuera de hacerles el juego a sus amos de Madrid. Unos, porque les
encantaría desmantelar nuestra Autonomía; y otros, porque quieren seguir
teniendo su particular granero de votos y utilizar a Andalucía para sus propios
intereses, como ha venido siendo hasta ahora.
Y el resto de
partidos y organizaciones que se denominan nacionalistas siguen ahí, sin apenas
representación, con un espíritu triste, aislados, sin saber cómo manejarse en
estos momentos en que cada vez hay más andaluces en extrema necesidad y nuestra
tierra necesita de soluciones conjuntas y no de aislados manifiestos, más
centrados en las formas que en el fondo. Porque es el fondo quien reclama más unión que nunca, más
capacidad movilizadora y reivindicativa, más generosidad e inteligencia que la
que hasta ahora han demostrado las organizaciones nacionalistas, incapaces de
tener poder de convocatoria suficiente como para recobrar aquél espíritu del 4-D.
Y la misma extrema necesidad es la que parece inspirar todas nuestras acciones
y comportamientos, la que nos hace instalarnos en el miedo eterno y movernos con
el único fin de asegurar la satisfacción de las necesidades básicas, olvidando
nuestros valores y sentimientos de pertenencia, nuestra creencias culturales y
nuestras necesidades de autorrealización y autoestima. Y por ello, nos
doblegarán definitivamente como Pueblo y como Personas.
Un año más
traicionaremos el espíritu del 4-D, Día Nacional de Andalucía, con menciones
que recurrirán al tópico y a restar valor a esta emotiva fecha. Un año más la
cobardía y la irresponsabilidad de los partidos políticos centralistas la
descargarán a conciencia de contenido y de simbología. Y otra ocasión perdida
para los partidos y organizaciones nacionalistas que solo en las formas querrán
resaltar sus diferencias, que nombrarán en vano a Blas Infante y ondearán la
Arbonaida, conformándose con el teatrillo particular y triste de cada año, cada
uno concentrándose en un sitio diferente, recordando una fecha sin fuerza ni
convicción e intentando demostrar en sus discursos a ver quién es más atrevido
en eso del nacionalismo, buscando proclamas de confrontación estériles o
justificaciones victimistas del pasado. Y nadie hablará de futuro, nadie dirá
que hoy se hace necesaria la lucha y la unidad de acción, que queremos ganarnos
el pan, ese pan labrado de sudor y derecho, con la riqueza y las posibilidades
que ofrece nuestra tierra y que continuamente nos niegan, que exigimos respeto
a nuestra cultura y a nuestra forma de interpretar la vida, que se debe abrir
un tiempo nuevo que deje atrás todo lo que no sirve y que intentan mantener a
toda costa, que Andalucía debe alzarse sobre principios nuevos y valores inconfundibles, que reclama que todos
sus hijos levanten su nombre en un grito cargado de futuro y esperanza, hombres
de luz más generosos que nunca, más valientes y sacrificados que nunca, osados
y persistentes en el objetivo de recuperar ese alma universal y solidaria que
alumbre nuestro destino como Pueblo. Demos la espalda a todos los que están
traicionando, con su poder y sus individualidades egoístas, el sueño que
millones de andaluces supieron conquistar aquel 4 de diciembre, trágico y
esperanzador, donde no faltó siquiera
que se derramara sin necesidad la sangre inocente de Caparrós.
Despertemos de una vez, ejerzamos de verdad de andaluces, pongámonos en marcha
con el mismo grito que un día, en su último aliento, nos dejó junto a su sueño
Blas Infante: ¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!





